jueves, 28 de febrero de 2013

El mamut lanudo en la península Ibérica

Durante las glaciaciones del Cuaternario, toda Europa central y gran parte de Asia estaban dominados por animales propios de clima glacial, un conjunto de especies conocido como “fauna del mamut”, como se ha explicado en entradas anteriores. En los episodios de frío más intenso, las poblaciones de estas especies se vieron obligadas a migrar hacia el sur y, de este modo, podemos constatar la presencia del mamut lanudo (Mammuthus primigenius) en la Península Ibérica. Los primeros hallazgos de esta especie en tierras ibéricas, procedentes de unas minas cántabras, se publicaron ya en el año 1877. Desde entonces hasta hoy, su presencia se ha identificado en 25 yacimientos peninsulares.

Mamut lanudo (Mammuthus primigenius)
Dibujo: Diego J. Álvarez Lao
Aunque estos hallazgos no se correspondan en ningún caso con esqueletos íntegros, se han preservado restos bastante completos de mandíbulas, huesos de extremidades, defensas (mal llamadas colmillos) y, sobre todo, molares. Un estudio anatómico de estos restos nos revela que los mamuts ibéricos son iguales a los de Europa continental, tras compararlos con una extensa muestra procedente principalmente del Mar del Norte y otras localidades. Este hecho presenta cierto interés ya que para muchas especies, como el ciervo, el oso o el halcón; se ha constatado que las poblaciones de latitudes meridionales tienen una talla menor que sus poblaciones nórdicas, como respuesta adaptativa a un clima diferente, de acuerdo con la regla biológica de Bergmann. En el caso del mamut también podría ser esperable que su talla fuese diferente, pero no ha sido así, lo que nos lleva a pensar que muy posiblemente sus poblaciones no hayan estado asentadas en la península Ibérica durante el tiempo suficiente como para desarrollar una disminución de talla. Esto sugiere que los mamuts entraron en la Península durante episodios de tiempo limitado, quizá de forma esporádica coincidiendo con los momentos más fríos, por lo que su mera presencia no significa que se haya asentado aquí de forma permanente.

La evidencia más antigua del mamut lanudo en la península Ibérica ha sido datada, con poca precisión, entre finales del Pleistoceno Medio y comienzos del Superior (entre 150.000 y 100.000 años, aproximadamente), aunque la mayoría de sus hallazgos se registran principalmente entre 45.000 y 20.000 años antes del presente (estadios isotópicos 3 y 2), coincidiendo con las etapas de clima más frío y árido detectadas en los registros paleoclimáticos. El indicio más reciente de su presencia en el territorio ibérico procede de una cueva asturiana y se ha datado en unos 17.500 años antes del presente. La gran mayoría de los hallazgos se sitúan en el norte ibérico (cornisa Cantábrica y Cataluña), aunque su máxima expansión geográfica alcanzó la latitud de Padul, en Granada (a 37º N), que constituye el registro más meridional de esta especie en Europa, sólo superado a nivel mundial por otro hallazgo procedente de China.

Respecto a la ecología del mamut en tierras ibéricas se ha podido constatar un hecho muy interesante: el conjunto de especies que acompañaban al mamut lanudo, según ha podido registrarse en los yacimientos ibéricos, no estaba formado por otras faunas propias de clima frío, como cabría esperar, sino que estaba dominado por especies propias de un clima más templado entre las que el ciervo solía ser la especie más común. Si bien otras faunas “glaciales”, como el rinoceronte lanudo o el reno, podían estar presentes en el conjunto, su proporción era siempre muy pequeña. Durante las glaciaciones, las especies propias de climas templados (como el ciervo o el jabalí) se refugiaron en las áreas más meridionales de Europa (penínsulas Ibérica, Itálica y Balcánica), huyendo del frío. Pero en los episodios de frío y aridez extremos, incluso la fauna del mamut se desplazó también hacia el sur, aunque éste no fuese su hábitat más adecuado, ya que los mantos de hielo cubrían extensas áreas del centro y norte de Europa, impidiéndoles encontrar pastos. No se desplazaron por el frío en sí, al que estaban bien adaptados, sino por la falta de espacios que les proporcionasen alimento. Este desplazamiento hacia el sur encontró su límite en la península Ibérica por cuestiones meramente geográficas: los “visitantes” del norte no pudieron desplazar a las habitantes “autóctonos” de la península (que no podían cruzar el estrecho para dirigirse más al sur) y tampoco los sustituyeron, sino que se mezclaron con ellos. Esta particular mezcla de especies, que no refleja la típica composición de la fauna del mamut y que, hasta la fecha, tan solo se ha registrado en nuestra península, apoya la idea de que el mamut lanudo solo llegó al territorio Ibérico ocasionalmente, durante los episodios más fríos del Pleistoceno Superior, dando lugar a una mezcla de faunas frías y templadas, en vez de producir un reemplazamiento faunístico.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Asturias primigenia

Un fin de semana del pasado noviembre tuve la buena idea de darme un paseo por el suroccidente Asturiano, una de las zonas más salvajes y primigenias de la península Ibérica y quizá también de Europa occidental. Cuando digo primigenia quiero decir que apenas ha sido modificada por la mano del hombre y que se mantiene prácticamente igual a como debía de estar hace 8.000 o 9.000 años, justo tras la última glaciación, cuando el clima ya era templado y el hombre apenas había dejado aún su huella en el paisaje.
El lugar que tuve la suerte de visitar es el bosque de Monasterio de Hermo, un inmenso hayedo de más de 1.500 hectáreas que constituye una extensión del Bosque de Muniellos, formando en su conjunto una auténtica selva de más de 5.000 hectáreas de bosque caducifolio. El haya es el árbol mayoritario en este bosque, constituyendo uno de los mayores hayedos de la Península Ibérica y de Europa. En otoño, las hayas, robles y resto de los árboles exhiben toda una variedad de colores que van desde los ocres dorados hasta los sienas rojizos, pasando por toda la gama de amarillos y marrones. Una auténtica delicia para la vista.
Oso pardo (Ursus arctos)
Foto: Diego J. Álvarez Lao
La vida animal en el bosque también se encuentra perfectamente preservada. Todo el camino me acompañó una gran cantidad de aves, como carboneros garrapinos, carboneros comunes, herrerillos, arrendajos, camachuelos, pinzones, etc.; que alegraron la vista y el oído. Un lugareño me explicó que los urogallos aún son frecuentes por la zona, aunque no tuve la suerte de cruzarme con ninguno. Respecto a los mamíferos, el repertorio fue no menos numeroso: pequeños mamíferos como ardillas aparecían como duendecillos por entre las ramas de los árboles, portando sus peludas colas que abultan casi tanto como sus cuerpos. Los corzos hacían presencia regularmente, cruzándose por el camino y mostrando sus blancos y llamativos traseros. Lucían su tupido pelaje invernal y los machos ya habían perdido las astas. A lo largo del camino me encontré también las huellas de otros mamíferos que pasaron por allí: pisadas de jabalí, excrementos de zorros, lobos y un gran excremento de oso, inconfundible por su tamaño y por su contenido (exclusivamente restos de hayucos).
Pero el plato fuerte del día aún estaba por llegar: en un punto del camino, apenas a unos 30 - 40 metros de mí, apareció el inmenso cuerpo de un oso comiendo tranquilamente los hayucos del suelo. Tras él, pude ver un osezno de tamaño mediano, dejando claro que se trataba de una hembra con su cría, ya crecida. Esto hacía la situación claramente peligrosa, ya que las madres con oseznos son muy protectoras y pueden ser agresivas. No me hubiera gustado vérmelas con semejante animal que, a estas alturas del otoño y con su cuerpo bien alimentado, bien podría pesar más de 150 kilos. Su pelaje era espeso, largo, de un tono castaño oscuro. En un momento dado, la madre paró de comer y fijó su vista en mí, con aparente tranquilidad. Me observó durante unos segundos (que se me hicieron eternos) y decidió que era mejor cambiar de emplazamiento por lo que, tranquilamente, se dio la vuelta y se adentró con su osezno en lo más profundo del bosque. Fueron apenas un par de minutos en los que sentí el verdadero palpitar de la naturaleza más agreste que aún sobrevive en nuestras tierras. Un par de minutos en los que me trasladé directamente a la prehistoria, a los tiempos en los que el impacto del hombre aún no había hecho mella en los ecosistemas naturales. Un par de minutos en los que pude apreciar que la naturaleza primigenia todavía sobrevive en algunos rincones apartados de nuestra geografía.

jueves, 14 de febrero de 2013

Faunas glaciares en la península Ibérica: ¿dónde?

Como ya se ha comentado en una entrada anterior (Faunas glaciares en la península Ibérica: ¿qué especies y cuándo?), las faunas propias del clima frío o glacial entraron en la península Ibérica durante los episodios más fríos del Pleistoceno Superior. Un total de 75 yacimientos peninsulares nos han proporcionado restos de algunas de estas especies que componen la asociación faunística denominada “fauna del mamut”, típica de las glaciaciones. Las especies que más frecuentemente se han encontrado en tierras ibéricas son el mamut lanudo (Mammuthus primigenius), rinoceronte lanudo (Coelodonta antiquitatis) y reno (Rangifer tarandus). En menor medida, también se ha detectado la presencia del glotón (Gulo gulo), el zorro ártico (Alopex lagopus), el buey almizclero (Ovibos moschatus) y el antílope saiga (Saiga tatarica). Como también se comentó en la entrada anterior, esta fauna del mamut no estuvo permanentemente en la península durante toda la edad del hielo, sino que entró en diversas “oleadas”, que coinciden con los momentos de máximo frío registrados por los indicadores paleoclimáticos. Cada una de estas oleadas tuvo una extensión geográfica diferente, es decir, la fauna del mamut alcanzó una dispersión mayor en unos momentos que en otros.
Reno (Rangifer tarandus)
Dibujo: Diego J. Álvarez Lao
Del episodio más antiguo poseemos muy poca información y poco precisa. Así, los primeros indicios de estas especies (de hace unos 200.000 a 150.000 años), nos indican su presencia en el norte Ibérico (Asturias, Cantabria, Gerona), pero también en Madrid, por lo que podemos saber que esta primera “oleada” llevó a fauna del mamut, al menos, hasta el centro de la Península. Posteriormente, tras un largo periodo sin datos (coincidiendo con una época interglaciar), se registra una nueva oleada, aún más extensa que la anterior, que comienza hace unos 42.000 años y durante la cual el mamut lanudo alcanza el extremo sur peninsular, siendo localizado en Padul (Granada). En esta época también hay presencia de mamut en el centro de Portugal. Esta amplia extensión geográfica nos da una idea de los fríos tan intensos que debieron reinar en este episodio. El resto de las citadas especies, no obstante, se circunscriben únicamente a la franja norte peninsular (cornisa Cantábrica y Cataluña) durante esta época. La tercera y última de estas oleadas se produjo hace unos 25.000 años y terminó hace unos 10.000. A pesar de que este periodo es el que más huellas nos ha dejado de la fauna del mamut, especialmente del reno, en nuestra península, su distribución geográfica se restringió exclusivamente al norte peninsular (cornisa Cantábrica y Cataluña).
Ciertas características paleogeográficas contribuyeron a facilitar la entrada de estas faunas en la península Ibérica durante los episodios de frío intenso. La cordillera pirenaica supuso una barrera natural para la fauna del mamut que, a pesar de ser muy común en toda Europa continental (incluido el sur de Francia) siempre fue muy escasa en la península Ibérica, muy posiblemente influido por la presencia de dicha barrera. Durante los episodios de frío extremo, no obstante, un enorme volumen de agua se encontraba concentrado en forma de hielo en las regiones polares y en los glaciares. En consecuencia, el nivel del mar bajó considerablemente durante estos periodos, hasta situarse unos 120 metros por debajo del actual. Esta circunstancia produjo la apertura de amplias zonas de paso el este y oeste de los Pirineos (del orden de 10 a 20 kilómetros de ancho), facilitando así la entrada de la fauna del mamut en la península.


 

jueves, 7 de febrero de 2013

Bisontes!

Añado aquí debajo un texto publicado en la revista Quercus (Nº 323, pág. 4), del pasado mes de enero, con respecto a los planes de “reintroducción” del bisonte europeo en diversos puntos de Asturias y Palencia.

Recientemente se han introducido bisontes europeos en varios puntos de la cordillera Cantábrica, entre ellos dos cercados de los concejos de Villayón y Siero, en Asturias, tal y como se describe en el artículo “Reintroducción de especies: ¿por qué unas sí y otras no?, de Quercus 322 (págs. 24 a 28). Como paleontólogo especialista en mamíferos del Cuaternario, considero importante indicar que, hasta la fecha, no existe ninguna evidencia de que bisonte europeo (Bison bonasus) haya habitado en la Península Ibérica.
Bisonte europeo (Bison bonasus)
Foto: Diego Álvarez Lao
Los promotores del proyecto argumentan la presencia de esta especie en España, en tiempos pasados, basándose en la existencia de bisontes pintados en las cuevas y en alguna supuesta cita histórica, intentando así justificar su “reintroducción”. Estos argumentos son equivocados ya que el bisonte que habitó en la Península Ibérica durante el Pleistoceno Superior pertenecía a una especie diferente, el bisonte de estepa (Bison priscus). Tanto los abundantes restos fósiles que se han hallado en los yacimientos ibéricos, como las pinturas rupestres y otras representaciones artísticas, se corresponden indudablemente con esta especie, que se extinguió hace unos 10.000 años. Además, y esto es lo más importante, el bisonte de estepa era una especie propia de espacios abiertos, esteparios, cubiertos principalmente de vegetación herbácea, que habitó en la Península Ibérica en momentos fríos y áridos del Pleistoceno en los que el ambiente y el paisaje vegetal eran muy diferentes de los actuales. El bisonte europeo, por el contrario, es una especie ligada a ambientes boscosos, por lo que es evidente que los requerimientos ecológicos de ambas especies eran totalmente diferentes. Por otra parte, las supuestas citas históricas del bisonte europeo en España son muy dudosas, difícilmente verificables y, desde mi punto de vista, carecen de valor ante la inexistencia de registro fósil de esta especie. En definitiva debe quedar claro que la suelta de bisontes europeos en territorio asturiano no constituye una reintroducción, sino la introducción de una especie exótica que nunca habitó en Asturias ni en la Península Ibérica.

Diego J. Ávarez Lao
Profesor del Área de Paleontología de la Universidad de Oviedo.

 

martes, 5 de febrero de 2013

Faunas glaciares en la península Ibérica: ¿qué especies y cuándo?

Durante los episodios más fríos del Pleistoceno Superior (época acontecida entre los últimos 100.000 y 10.000 años, aproximadamente), las faunas propias del clima frío o glaciar, que por entonces dominaban gran parte de la Europa continental, se desplazaron hacia el sur alcanzando regiones tan meridionales como la península Ibérica. El hallazgo de fósiles de mamut lanudo (Mammuthus primigenius), rinoceronte lanudo (Coelodonta antiquitatis) y reno (Rangifer tarandus) en numerosos yacimientos ibéricos, da fe de este hecho. Además, otras especies propias de clima frío como el glotón (Gulo gulo), el zorro ártico (Alopex lagopus), el buey almizclero (Ovibos moschatus) y el antílope saiga (Saiga tatarica), nos han dejado también sus restos (aunque muy escasos) en ciertos yacimientos del norte de España. Todas estas especies, en conjunto, forman una asociación faunística típica de las glaciaciones a la que se ha denominado la “fauna del mamut” (o mammoth fauna).  Una visión en conjunto de las dataciones asociadas a estos hallazgos nos refleja que estos animales llegaron a nuestra península sólo en determinados momentos especialmente fríos. Así sabemos que hace entre 200.000 y 150.000 años, estos animales “lanudos” aparecen por primera vez en la escena Ibérica, como nos indica la presencia de rinocerontes lanudos y renos en ciertos yacimientos de Asturias, Cantabria y Cataluña.
Dibujo: Diego Álvarez Lao


En esta época temprana, correspondiente al denominado Estadio Isotópico 6, la presencia de estas faunas es aún muy escasa y se circunscribe exclusivamente al norte peninsular. Posteriormente, tras un largo periodo sin datos de estas especies (periodo que coincide con un interglaciar, por lo que estas faunas se habrían refugiado en latitudes nórdicas), su presencia vuelve a hacerse notable a partir de unos 44.000 años antes del presente. Esta época corresponde al denominado Estadio Isotópico 3, caracterizado por una alternancia de momentos extremadamente fríos y breves episodios templados. Las faunas glaciares llegan a ser relativamente abundantes, especialmente en el norte peninsular, llegando incluso a alcanzar el margen sur durante los momentos de extremo frío (se han encontrado mamuts de esta edad en la provincia de Granada). A continuación, entre 31.000 y 26.000 años antes del presente, acontece un lapso temporal en el que la fauna del mamut no se detecta en el paisaje ibérico. Es difícil interpretar esta falta de información, quizá debida a la ausencia de momentos especialmente fríos o quizá explicable por un insuficiente registro fósil. Posteriormete, durante el episodio denominado LGM o “Last Glacial Maximum” (último máximo glaciar), que corresponde al Estadio Isotópico 2, la fauna del mamut vuelve a ser relativamente abundante en la escena Ibérica, especialmente entre 25.000 y 18.000 años antes del presente, aunque restringida exclusivamente al norte peninsular (cornisa Cantábrica y Gerona). El último rinoceronte lanudo detectado en nuestra península se ha datado en 20.000 años y el último mamut en 17.500 años. El reno perduró algo más, hasta los 10.300 años en un yacimiento del País Vasco. Posteriormente, el clima se atemperó a nivel global lo cual, sin duda, contribuyó a la extinción definitiva del mamut lanudo y del rinoceronte lanudo (aunque no fue la única causa). El reno, el glotón, el buey almizclero y otros corrieron mejor suerte, no llegando a extinguirse aunque reduciendo su distribución a las regiones árticas.