jueves, 20 de junio de 2013

El yacimiento paleontológico de La Rexidora, en Cuerres (Ribadesella, Asturias): resultados preliminares

A continuación se incluye un texto recientemente publicado en la revista “La Plaza Nueva” (nº 35, páginas 57-59), de Ribadesella, acerca de un nuevo y extraordinario yacimiento con fauna de la edad del hielo, hallado en en el área oriental de Asturias.

Cráneo de hiena (Crocuta crocuta)
Foto: Diego J. Álvarez Lao
El área costero-oriental de Asturias ha sido una de las que más información nos ha proporcionado acerca de la prehistoria de nuestra región. Este hecho se fundamenta principalmente en la existencia de grandes masas de rocas calizas que componen una parte importante de dicho territorio. El clima húmedo y templado de Asturias propicia la disolución de las calizas dando lugar a un intenso modelado cárstico que se traduce en la formación de infinidad de cuevas y simas. Estas cavidades constituyen el medio ideal para que los vestigios de tiempos prehistóricos se conserven y lleguen hasta nuestros días. En este sentido, el concejo de Ribadesella ha sido y es clave para conocer los detalles ambientales y antropológicos de la Asturias prehistórica, preservados en cuevas tan notables como La Lloseta, Tito Bustillo, Les Pedroses, El Cierro y un largo etcétera.

En el verano del pasado año 2012, el hallazgo de un notable yacimiento paleontológico en la riosellana localidad de Cuerres, durante las obras de acondicionamiento de un terreno, ha vuelto a poner de manifiesto la importancia de la zona costero-oriental de Asturias en materia de riqueza prehistórica. Aunque el estudio está aún en curso, la recuperación de más de 150 restos recogidos en superficie durante dos visitas a la cavidad nos permite presentar algunos resultados preliminares y hacer una primera evaluación de su importancia. La entrada a la cavidad en la que se localiza el yacimiento consiste en una estrecha chimenea vertical, de unos cuatro metros de altura, que atraviesa una masa de rocas calizas. Al fondo se encuentra una angosta galería horizontal excavada en sedimentos arcillosos en los que se conservan numerosos restos óseos de gran tamaño. Dado que los sedimentos arcillosos se encuentran taponando buena parte de las galerías secundarias, no es posible aún conocer con claridad la morfología original de la cavidad, pero tanto el aspecto de la parte visible como la geomorfología del entorno (en la que no se reconoce la presencia de cuevas) nos hacen pensar que esté en relación con una sima. Los restos recuperados, que corresponden en su totalidad a huesos de grandes mamíferos, se encuentran en un grado de conservación excelente, lo cual nos indica que el yacimiento no ha sido generado por la actividad de humanos ni de carnívoros ya que, en ambos casos, los huesos estarían destrozados con objeto de extraerles la médula, que constituye un alimento muy nutritivo. Además, un primer análisis de los huesos no ha mostrado presencia de marcas producidas por herramientas líticas ni por la dentición de carnívoros. Esto, unido a la morfología de la cavidad, nos sugiere que, con toda probabilidad, el yacimiento se corresponde con lo que se conoce como una trampa natural, es decir, una sima o pozo natural en el que los animales se caerían accidentalmente, muriéndose bien del golpe producido en la caída o bien por inanición, al no poder salir del pozo.

Cráneo de bisonte de estepa (Bison priscus)
Foto: Diego J. Álvarez Lao
Las especies presentes en la acumulación de huesos corresponden mayoritariamente a mamíferos herbívoros entre los que destaca, por su abundancia, el bisonte. Otras especies presentes son el rinoceronte lanudo, el ciervo y la hiena. Esta última, el único carnívoro presente en el conjunto, nos ha proporcionado un cráneo con sus mandíbulas excepcionalmente bien conservados. Respecto a las condiciones ambientales en la época en que se produjo el depósito de huesos, la presencia de numerosos restos de rinoceronte lanudo nos indica que el clima era muy frío y árido, evidenciando que dicho depósito se produjo durante la última glaciación, época denominada Pleistoceno Superior y conocida popularmente como la “Edad del Hielo”. Esto es de especial interés ya que no son muchos los yacimientos asturianos que muestran evidencias de fauna propia de los momentos glaciares. El rinoceronte lanudo correspondía a un conjunto de faunas entre los que también estaban el mamut lanudo y el reno. Estas últimas especies se han encontrado en yacimientos geográficamente cercanos, tanto en evidencias fósiles como en representaciones rupestres (el reno, sin ir más lejos, aparece magníficamente representado en la cueva de Tito Bustillo).

Estas faunas resultarían espectaculares a nuestros ojos. El ciervo, aunque pertenecía a la misma especie que el actual ciervo de Asturias (Cervus elaphus), tenía un tamaño mucho mayor, como respuesta al clima frío en el que vivía. La hiena también correspondía a la misma especie que la actual hiena manchada africana
Molares de rinoceronte lanudo
(Coelodonta antiquitatis)
Foto: Diego J. Álvarez Lao
(Crocuta crocuta), aunque su tamaño y robustez, también condicionados por el clima frío, eran muy superiores. El bisonte pertenecía a una especie que se extinguió hace unos 10.000 años, denominada bisonte de estepa (Bison priscus), cuyo aspecto sería semejante al del actual bisonte europeo, aunque su talla sería mayor, su joroba más pronunciada y sus cuernos mucho más grandes. Este bisonte es el mismo que los artistas paleolíticos representaron magistralmente en tantas cuevas, destacando las de Covaciella y Altamira. El rinoceronte lanudo (Coelodonta antiquitatis), extinguido hace unos 12.000 años, tenía un tamaño semejante al del actual rinoceronte blanco africano, aunque su joroba era mucho más elevada, su cuerno nasal mucho más largo y aplanado (como una daga), y su cuerpo estaba cubierto por un espeso pelaje, como adaptación al clima extremadamente frío en el que vivía. La presencia de estos animales nos indica que, en la época en que vivieron, el paisaje asturiano era muy diferente al que conocemos actualmente. La mayor parte del territorio estaba cubierta por una vegetación de tipo esteparia en la que los árboles (principalmente coníferas) serían muy escasos. La vegetación iría desapareciendo conforme aumentaba la altitud, mientras que las áreas de alta montaña estarían coronadas por los glaciares. El ambiente sería muy frío y árido, con temperaturas comparables a las que se pueden encontrar actualmente en el norte de Laponia.

Huesos de bisontes (fila de arriba y centro) y de rinoceronte
lanudo (Fila de abajo). Foto: Diego J. Álvarez Lao
Respecto a la antigüedad de este yacimiento, la asociación faunística nos sugiere una posible edad de unos 30.000 a 40.000 años, ya que esta es la franja temporal en la que, con más frecuencia, se han hallado restos de rinoceronte lanudo en otros yacimientos de la cornisa Cantábrica. No obstante, la edad no podrá conocerse con precisión hasta que se realicen dataciones absolutas por el método del carbono 14, lo cual está previsto para próximas campañas de estudio.

Este hallazgo se suma a otro de características muy similares descubierto un año antes en la localidad de Puertas de Vidiago, en el vecino concejo de Llanes. Este yacimiento, cuyo estudio será publicado en fechas próximas, también correspondía a una trampa natural en la que se acumuló un conjunto de faunas durante un momento muy frío. A semejanza de la sima de Cuerres, el rinoceronte lanudo también tenía una presencia muy destacada en dicho conjunto. Ambos yacimientos, ubicados en el área costero-oriental asturiana, poseen un alto valor paleontológico y nos han aportado una información de primer orden para comprender las condiciones ambientales de Asturias durante los momentos más fríos de la última glaciación.

Diego J. Álvarez Lao. Profesor de Paleontología de la Universidad de Oviedo.

domingo, 2 de junio de 2013

Ser paleontólogo

En esta entrada pretendo hablar un poco de la labor del paleontólogo, desde el punto de vista del estudio de los vertebrados del Cuaternario (que es el que mejor conozco).

Antes de nada habría que preguntarse ¿por qué nos resulta atractiva la paleontología? Aunque es evidente que los fósiles son muy atractivos de por sí, realmente esta pregunta nos lleva a nuestra niñez. Raro es el niño al que no le resultan atractivos los dinosaurios. Habrá también muchos a los que les atraigan los mamuts, los trilobites y, en general, animales espectaculares que ya no existen. La paleontología excita nuestra imaginación, nos hace pensar en mundos y seres diferentes pero reales, faunas que habitaron el mismo espacio en que vivimos nosotros, pero hace muchísimos años. Es una especie de ciencia ficción, pero no es ficción. Ese matiz de no-ficción es lo que le hace atrayente no solo a los niños sino también a muchos adultos. Además, es una ciencia en la que todavía hay mucho por conocer, por lo que la búsqueda de fósiles nos brinda la permanente oportunidad de descubrir algo nuevo, algún aspecto que nos permite conocer con más precisión ese mundo fantástico pero real que aconteció a nuestros pies hace miles o millones de años.

Excavando un cráneo en el interior de una cueva
Foto: Javier Calzada
El estudio del Cuaternario tiene, desde mi punto de vista, un atractivo adicional: el Cuaternario es el mundo en el que vivimos actualmente, es mucho más cercano en el tiempo y sus faunas no son muy diferentes de las actuales, de hecho muchas de las especies que vivieron durante la edad del hielo aún sobreviven hoy en día. No estamos hablando de tiempos lejanos, como el Jurásico, donde los seres que dominaban el planeta (dinosaurios, ictiosaurios, plesiosaurios…) eran radicalmente diferentes a todo lo que conocemos actualmente, sino de un mundo muy semejante al nuestro. En el Cuaternario, además, había también especies que nos resultarían espectaculares si las viésemos hoy, como el ciervo gigante, el oso de las cavernas, el mamut o el rinoceronte lanudo, las cuales se han extinguido en tiempos geológicamente muy recientes, hace unos diez milenios o menos. También hay otras especies que hoy se encuentran relegadas a las regiones árticas del planeta, como el reno o el buey almizclero, y que hace unos pocos milenios campaban por nuestra tierra. Resulta también apasionante para el estudioso del Cuaternario saber que nuestros antepasados Homo sapiens, anatómicamente idénticos a nosotros, vivían en las cuevas de nuestra región y compartían el territorio con estos animales, a los cuales representaron magistralmente en las paredes de las cuevas. Este detalle nos hace mucho más cercano este mundo tan diferente al que conocemos.
La paleontología del Cuaternario, por ser tan cercana en el tiempo, nos proporciona una información muchísimo más abundante y precisa, por lo que se requiere la participación de equipos multidisciplinares que se ocupen de los diferentes aspectos de cada yacimiento. Para empezar, es necesario el trabajo de varios paleontólogos que se dediquen al estudio de los fósiles de diversos grupos de animales: grandes mamíferos, micromamíferos, aves, reptiles, anfibios, peces, moluscos… (aunque no siempre tenemos la suerte de contar con especialistas en todos estos campos); los paleoantropólogos se ocupan del estudio de los fósiles humanos (cuando se tiene la inmensa fortuna de encontrarlos); los arqueólogos estudian los vestigios de actividad humana en el yacimiento (restos de herramientas líticas, restos de alimentación, arte rupestre, etc.). Otros especialistas cuya aportación es muy importante son los palinólogos, (estudian el polen y esporas y, por consiguiente, la vegetación que había), los antracólogos (estudian los carbones vegetales), los sedimentólogos (estudian el origen de los sedimentos en los cuales se hallan los fósiles), los restauradores (encargados de reconstruir y consolidar las piezas que se han extraído), los geocronólogos (que nos van a decir con precisión cuál es la edad de los fósiles) y otros. En los equipos, además de especialistas, también suele haber un buen número de estudiantes que ayudan en las tareas de excavación, lavado del sedimento, limpieza de las piezas, restauración de las piezas, siglado, realización de bases de datos, etc., al tiempo que van aprendiendo. Así que los equipos de Cuaternario solemos constituir una “gran familia”, aunque no siempre tenemos la suerte de poder reunirnos equipos tan grandes de especialistas.

Los yacimientos cuaternarios pueden ser de diversos tipos, aunque la mayoría de ellos corresponden a dos
Excavación al aire libre en Pinilla del Valle (Madrid)
Foto: Diego J. Álvarez Lao
tipos principales: yacimientos al aire libre y cuevas. Los yacimientos al aire libre frecuentemente correspondieron originalmente a cuevas o simas que, con el tiempo, colapsaron y dejaron sus sedimentos expuestos al exterior. Este es el caso, por ejemplo, de los yacimientos de Pinilla del Valle. Las condiciones de trabajo son más fáciles, aunque uno se expone a los imprevisibles agentes atmosféricos: calor excesivo (las excavaciones se realizan normalmente en verano), lluvia, etc. En el interior de las cuevas el tema se complica más, pues a menudo el terreno es más abrupto y hasta peligroso. Hay que contar, además, con iluminación eléctrica y con una vestimenta impermeable que nos permita resguardarnos de la humedad, así como un casco que nos proteja de las (frecuentes) colisiones con estalactitas y otros accidentes del terreno. Pero todas las dificultades se olvidan rápidamente en el momento que nos enfrentamos a la excavación del terreno, momento realmente emocionante en el que comienza la búsqueda de vestigios que llevan ocultos desde hace milenios, restos que nos van a dibujar un paisaje con sus animales, sus plantas, sus pobladores humanos, su tipo de vida, etc. Es, realmente, una continua sucesión de sorpresas, nunca sabes si un centímetro más abajo vas a encontrar el diente de reno que te indique que el clima era glacial, o el molar de hiena que te confirme que la cueva estuvo habitada por estos grandes carnívoros, o la herramienta de piedra que dé testimonio de que allí vivieron los neandertales... Este es, sin duda, otro de los aspectos que hacen tan atractivo el trabajo del paleontólogo.

Tras el trabajo en el yacimiento viene la fase del laboratorio: nuestros “tesoros” han de ser lavados, consolidados (es decir, endurecidos para que no se disgreguen), reconstruidos (si es necesario), y siglados. Y, por último, el trabajo del verdadero especialista, es decir, la identificación, clasificación, estudio e interpretación de los restos extraídos. Esta parte suele culminar con la publicación de artículos científicos en revistas internacionales, para que toda la comunidad científica pueda conocer nuestras investigaciones. Posteriormente viene la fase de divulgación, en la que el yacimiento se da a conocer al público por la vía de conferencias, televisión, periódicos, revistas, exposiciones, etc. Esta fase es realmente muy importante para que los ciudadanos tomen conciencia del valioso patrimonio que tienen bajo sus pies. También es muy importante para despertar vocaciones en algunos niños y jóvenes que quizá empiecen a orientar su vida con el objetivo de convertirse en paleontólogos.

Una pregunta que posiblemente puede estar ahora en la cabeza de quienes lean esto es la siguiente: ¿es posible vivir de la paleontología?” Mi respuesta sería que sí. Aunque, como toda labor investigadora, requiere un gran sacrificio personal, mucha motivación y, sobre todo, mucha paciencia. Hay que tener claro en todo momento que nos queremos dedicar a esto. Al principio es normal que pueda haber dudas, pero cuanto más se profundiza en la investigación, más se lea y más se conozca, uno acabe por “engancharse” cada vez más y más de su tema de investigación. Si ocurre así, uno puede estar seguro de que está en “el camino” y no perdiendo el tiempo. Sólo resta hacer bien el trabajo y tener paciencia, y el tiempo acaba dando sus frutos.