lunes, 28 de julio de 2014

El fémur del elefante de Buelna (Llanes, Asturias)


 El siguiente texto fue escrito a petición del periódico asturiano La Nueva España, en relación con una serie de artículos que vienen publicándose los últimos meses sobre piezas notables del Museo Arqueológico de Asturias. Se publicó el pasado sábado 26 de julio de 2014.

Son muchas las pruebas que tenemos de que Asturias estuvo poblada por una fauna de grandes mamíferos, tanto herbívoros como carnívoros, hasta tiempos geológicamente recientes. Nuestros antepasados paleolíticos convivieron con estos animales a los que cazaron y representaron artísticamente. Quizá la sabana africana sería el mejor análogo actual para hacernos una idea de cómo sería la comunidad animal que campaba por nuestros prados y bosques hace apenas unos miles de años.
Aunque el registro de fauna cuaternaria de Asturias es muy rico, los hallazgos de restos de mamíferos de gran talla no son abundantes: apenas 15 yacimientos han proporcionado restos de elefantes y rinocerontes en nuestra región. El área costera-oriental de Asturias alberga la mayor concentración de hallazgos de este tipo, en relación con la existencia de grandes masas de rocas calizas que componen una parte importante de dicho territorio: el clima húmedo y templado propicia la disolución de las calizas dando lugar a la formación de multitud de cuevas y simas, que constituyen el medio ideal para que los vestigios de tiempos prehistóricos se conserven y lleguen hasta nuestros días.
La pieza que hoy nos ocupa es un fémur derecho de un elefante que fue recuperado, junto con una buena parte de su esqueleto, en una cueva costera situada en las proximidades de la cala de la Silluca, en la localidad Llanisca de Buelna. Los restos fueron extraídos entre los años 1997 y 1998, aunque su presencia se conocía con anterioridad, pues fueron ya documentados por G. Mary en 1979. No están claras las circunstancias por las que este elefante llegó hasta la cueva, aunque no parece haber ninguna relación con actividad humana.
Foto: Diego J. Álvarez Lao
Estudios paleontológicos de esta pieza, así como de uno de los molares asociados a ella, han permitido clasificar al elefante en cuestión dentro de la especie Palaeoloxodon antiquus, tal como consta en los trabajos publicados por A. Mazo, A. Pinto Llona y E. Aguirre.
Lo primero que llama la atención del fémur de Buelna son sus grandes dimensiones: mide 1,22 metros de longitud, pese a faltarle una porción de su parte anterior (la denominada “cabeza” del fémur). Su longitud total alcanzaría seguramente algo más de 1,3 m. Para hacernos una idea, sólo los elefantes africanos machos de mayor talla poseen un fémur de estas dimensiones, por lo que la talla del elefante de Buelna bien podría superar los 3,5 metros altura a la cruz y su peso rondaría quizá las 6 o 7 toneladas. El grado de desgaste dental nos indica, además, que se trataba de un individuo de edad avanzada, rebasando seguramente los 50 años en el momento de su muerte.
El elefante de “defensas rectas”, tal como se conoce en español a la especie Palaeoloxodon antiquus, a la que pertenece el ejemplar de Buelna, era uno de los mayores mamíferos que poblaron Europa durante el Cuaternario, llegando a alcanzar los 4 metros de altura a la cruz. Como su nombre indica, sus defensas (mal llamadas “colmillos”), eran prácticamente rectas, además de muy largas. A diferencia del mamut lanudo, este elefante no nos ha proporcionado ningún resto congelado ni momificado, por lo que no conocemos su aspecto externo, acerca del cual tan solo podemos hacer suposiciones. Dado que es una especie que vivió en épocas templadas y cálidas, se supone que su cuerpo debió estar desprovisto de pelo y que sus orejas debieron ser grandes, a semejanza de las de los elefantes africanos y asiáticos actuales, ya que las orejas grandes les sirven para disipar el calor corporal (en el mamut lanudo, por el contrario, las orejas eran muy pequeñas para evitar la pérdida de calor corporal).
Este elefante vivió en épocas en las que el paisaje estaba cubierto de bosque (caducifolio o mediterráneo), y llegó a distribuirse por gran parte de Europa. Convivió con otras especies exóticas como hipopótamos y rinocerontes, tal como se ha constatado en numerosos yacimientos tanto de la cuenca mediterránea como de Inglaterra y Holanda.
Respecto a su distribución temporal, Palaeoloxodon antiquus es una especie típica del Pleistoceno Medio siendo relativamente común durante los episodios interglaciares desde hace unos 800.000 años hasta hace unos 100.000 años. Después de esta época prácticamente desaparece, sobreviviendo tan sólo en el sur de la península Ibérica y posiblemente en Italia. Los ejemplares más modernos que se han encontrado corresponden a algunos yacimientos españoles y portugueses y se sitúan en torno a los 40.000 - 35.000 años antes del presente. El espécimen de Buelna se intentó datar por carbono 14, pero los resultados obtenidos fueron incoherentes, quizá debido a una contaminación de la muestra. Guy Mary atribuye la edad de los niveles sedimentarios que contenían los restos de este elefante al último episodio interglaciar (entre hace unos 130.000 y 114.000 años), lo cual es coherente con las condiciones ambientales en las que vivía esta especie.
El elefante de defensas rectas ha sido detectado en casi una veintena de yacimientos españoles. Sin salir de Asturias, un ejemplar encontrado en San Cucao de Llanera, en la década de 1950, ha proporcionado numerosos restos, entre los que se encuentran un fragmento craneal y un molar aislado, que se exponen en el Museo del Departamento de Geología de la Universidad de Oviedo. No obstante, los yacimientos más insignes de esta especie son los sorianos de Torralba y Ambrona, en los que se han hallado los esqueletos parcialmente conservados de numerosos ejemplares, constituyendo una de las mayores acumulaciones de restos de este elefante a nivel mundial. Muchos de estos esqueletos están expuestos in situ, en un espectacular museo al aire libre.
Como sabemos, en Europa, ya no existen grandes mamíferos desde hace miles de años. ¿Cuáles fueron las causas de la desaparición de los elefantes, mamuts rinocerontes e hipopótamos en nuestras tierras? Este sigue siendo uno de los temas más debatidos en los círculos científicos internacionales. Aunque aún no se ha llegado a una respuesta concluyente, parece claro que los importantes cambios en el clima y la vegetación ocurridos a lo largo del Cuaternario han sido determinantes en la supervivencia de estas especies. Por último, la presión de los grupos humanos sobre las poblaciones de estos animales, quizá ya debilitadas por los cambios ambientales, parece haber tenido también una importante influencia en su desaparición al final del Pleistoceno.

Diego Álvarez Lao
Profesor de Paleontología, Departamento de Geología, Universidad de Oviedo.