miércoles, 23 de diciembre de 2015

Cueva de La Rexidora (Ribadesella, Asturias): nuevos resultados cronológicos y paleoambientales.

Las excavaciones en curso de la Cueva de La Rexidora han proporcionado, hasta el momento, 445 fósiles, en su mayoría excepcionalmente bien conservados. Una importante proporción de estos restos corresponden a mamíferos propios de clima frío, como el rinoceronte lanudo (Coelodonta antiquitatis) y el reno (Rangifer tarandus), dos especies de gran interés dada su escasez en el registro fósil de la Península Ibérica. Entre los restos de rinoceronte lanudo se incluyen elementos muy bien conservados, como una mandíbula, un fémur y gran parte de un cráneo. El bisonte de estepa (Bison priscus) es la especie dominante en el yacimiento, habiendo proporcionado una importante colección de fósiles, incluyendo dos cráneos parcialmente conservados y numerosos huesos de las extremidades. Los carnívoros están representados por un esqueleto parcial (incluyendo el cráneo casi completo) de una hiena (Crocuta crocuta).
Trabajo en la Cueva de La Rexidora.
Foto: Daniel Ballesteros
Las dataciones por Carbono 14 nos han permitido saber que la cueva estuvo ocupada, al menos entre 44.500 y 37.600 años antes de la actualidad. Esta época del Pleistocenos Superior se corresponde con el denominado Estadio Isotópico 3 (MIS 3), un episodio de inestabilidad climática caracterizado por el acontecimiento de cambios climáticos rápidos y extremos, desde de frío intenso hasta templado. Estas dataciones son contemporáneas con la máxima expansión de la fauna fría registrada en la Península Ibérica, así como con el comienzo de la retirada de los glaciares en la Cordillera Cantábrica.
Las evidencias geológicas y geomorfológicas  sugieren que la acumulación sedimentaria se formó como consecuencia de fenómenos de gravedad en una dolina de colapso, rellena por una acumulación de sedimento arcilloso-limoso junto con huesos y cantos de caliza. La ausencia de marcas en los huesos producidas por carnívoros o humanos, sugiere que la dolina actuó como trampa natural para los animales que cayeron en ella, incluida la hiena.
Los estudios de polen indican que el ambiente en el que vivieron estos animales sería fundamentalmente abierto, con predominancia de plantas herbáceas estépicas y xéricas, indicando que las condiciones ambientales eran muy áridas. Los árboles estaban en muy baja proporción. Tanto la fauna como la flora proporcionan nuevas evidencias del desarrollo de paisajes esteparios fríos y áridos en el noroeste ibérico durante esta parte del Pleistoceno Superior.
Las excavaciones en este yacimiento siguen su curso. En volumen de sedimento aún sin excavar es muy grande, lo que garantiza que aún quedan numerosos e interesantes hallazgos por venir.

Estos resultados se han publicado recientemente en la revista Quaternary International.