jueves, 14 de abril de 2016

La fauna de Asturias hace medio millón de años.

Actualmente existe un gran volumen de información acerca de los tiempos prehistóricos en Asturias, no obstante, en su inmensa mayoría esta información corresponde tan solo a los últimos 50.000 años, es decir, la segunda mitad del episodio denominado Pleistoceno Superior. El periodo Cuaternario, sin embargo, abarca un lapso temporal mucho más amplio, que empieza hace 2,58 millones de años y llega hasta el presente. Lo que ocurrió durante los primeros tiempos del Cuaternario, las épocas denominadas Pleistoceno Inferior y Medio, es prácticamente desconocido en Asturias y, en general, en toda la cornisa cantábrica. Aunque tenemos certeza de la presencia humana en localidades como Cabo Busto, hace al menos 300.000 años, no se sabe prácticamente nada de cómo era el ambiente y la fauna de aquellas épocas en el Norte peninsular. Este vacío de información ocupa un espacio temporal muy amplio en el que acontecieron importantísimos eventos climáticos y cambios ambientales. En el resto de la península Ibérica, no obstante, existen numerosos yacimientos de estas épocas, destacando sobre todos ellos los de Atapuerca, en Burgos.
El reciente estudio de dos yacimientos asturianos correspondientes al Pleistoceno Medio aporta algo de luz en el conocimiento de esta Asturias de hace cientos de miles de años.
Húmero de Stephanorhinus hemitoechus
de la Mina El Milagro, Onís. 
Foto: Diego Álvarez Lao
Uno de los yacimientos estudiados es la denominada mina El Milagro, ubicada en el concejo de Onís, próxima a la localidad de Mestas de Con. Los fósiles de este yacimiento fueron recuperados en 1953, durante la explotación de la mina, y fueron estudiados entonces por el célebre paleontólogo Miquel Crusafont. No obstante, una revisión de estos materiales a la luz de los avances que se han producido en la paleontología en los últimos 60 años, permite asignar muchos de estos fósiles a especies diferentes a las de los estudios iniciales y, de este modo, concretar la edad del yacimiento. Quizá la pieza más notable del conjunto es un húmero de rinoceronte, perfectamente conservado, que ha podido asignarse a la especie Stephanorhinus hemitoechus, un rinoceronte de complexión grácil que suele encontrase en momentos de clima templado. Esta pieza, teñida parcialmente de verde por los óxidos del cobre que se explotaba en la mina, se encuentra actualmente expuesta en el Museo de Geología de la Universidad de Oviedo. Junto con él se halló también un fragmento dental de un félido de dientes de sable, correspondiente a la especie Homotherium latidens. Este ejemplar, notable por su singularidad ya que es el único resto de esta especie hallado en Asturias y uno de los pocos del ámbito cantábrico, fue enviado a Cataluña para su estudio hace más de 60 años y se encuentra actualmente en paradero desconocido. Además de estas especies, se encontraron también restos de oso, ciervo, otro cérvido de gran talla, corzo, bisonte y caballo. La edad de este conjunto de faunas puede establecerse entre hace 600.000 y 400.000 años, una época muy anterior a los hombres modernos y a los neandertales, que sería contemporánea a algunos de los yacimientos de Atapuerca. Aunque no se puede determinar con gran precisión cómo sería el ambiente de esa época, es posible afirmar que el clima no sería frío y que el paisaje posiblemente presentaría una combinación de bosque y espacios abiertos en los que podrían acomodarse todas estas especies.
Reconstrucción de Praemegaceros solilhacus
 
Ilustración: Diego Álvarez Lao
El otro conjunto fósil, más modesto, fue recuperado en una cantera muy próxima a la villa de Grado. Entre los restos destaca un fragmento de asta de un cérvido que ha podido ser clasificado dentro de la especie Praemegaceros solilhacus, un ciervo gigante cuya presencia en este yacimiento resulta una novedad dentro del ámbito cantábrico. Junto con él, un rinoceronte y un ciervo completan el conjunto, permitiendo estimar una edad de entre 800.000 y 500.000 años.

La información aportada por estos dos yacimientos es altamente relevante por su singularidad y nos permite tener una primera aproximación al ambiente en el que vivieron los homínidos del Pleistoceno Medio en el norte ibérico.





Este estudio se ha publicado recientemente en la revista Boreas.