martes, 9 de mayo de 2017

Vídeo sobre la excavación en la Cueva de La Rexidora.

Breve vídeo donde se muestra el trabajo de excavación en el yacimiento de la Rexidora y se exponen los resultados principales.


English version of this video here:

martes, 25 de abril de 2017

Hallazgo de un esqueleto de león prehistórico en Llanes (Asturias)

El ambiente en el que vivieron nuestros antepasados a finales del Pleistoceno parecería, sin duda, muy hostil a la vista del hombre actual. No sólo debían enfrentarse a severas oscilaciones climáticas, en que las temperaturas podían ser semejantes a las que encontramos actualmente en Siberia, sino que tenían que compartir su territorio con multitud de animales peligrosos. La fauna que conocieron los primeros Homo sapiens que llegaron a Asturias se asemejaría la que vive hoy en la sabana africana, con grandes herbívoros, como los mamuts, rinocerontes, bisontes o caballos; y grandes “fieras”, como los leones, leopardos y hienas. No obstante, el clima en el que vivieron estos primeros hombres “modernos” no tendría nada que ver con el de la sabana, pues era muy frío y árido. Al final de las glaciaciones, esta gran fauna desapareció: el cambio climático ocurrido en esa época tuvo una gran influencia en esta crisis ambiental pero, sin duda, el papel del hombre fue también fundamental. El impacto que tuvo la actividad de nuestros antepasados sobre el ecosistema ya se hizo notar al final del Paleolítico, pero creció exponencialmente con la llegada del Neolítico: el hombre se hizo dueño del territorio y multiplicó su población exponencialmente, modificando el paisaje y destruyendo el hábitat de los grandes herbívoros, que fueron diezmados (y, algunos, domesticados). Asimismo, la creciente población humana no podía compartir el territorio y los recursos con los grandes depredadores. De este modo, comenzó un proceso de eliminación de los grandes carnívoros que, poco a poco, fueron reduciendo su extensión hasta desaparecer totalmente de Europa. Poco nos queda hoy de aquella gran fauna: el ciervo, el jabalí, el corzo y el rebeco son los únicos grandes herbívoros autóctonos que pueblan hoy el territorio cantábrico. Junto con ellos, los dos grandes carnívoros: el oso pardo y el lobo, dos auténticas joyas que deberíamos proteger como nuestro más valioso patrimonio.
Vista lateral del cráneo de león (Panthera leo)
Foto: Diego J. Álvarez-Lao
Afortunadamente, cada vez son más y mejores las evidencias que nos hablan de cuáles y cómo eran aquellos animales que compartieron Asturias con nuestros antepasados hace algunos miles de años. El hallazgo más reciente viene del concejo de Llanes, el más prolífico de Asturias en vestigios de nuestra prehistoria. Se trata de una sima situada al pie del Cuera, muy cercana a la localidad de Porrúa, donde hace tres años los espeleólogos Pablo Solares, Victoria Álvarez y Emma Prieto descubrieron los restos de un león (Panthera leo). A principios del presente año se llevó a cabo una excavación en la que se recuperaron gran cantidad de restos del citado félido. Junto con él, se hallaron también algunos restos de leopardo y de lobo. La cavidad, comunicada al exterior por una sima (pozo natural) vertical de 16 metros, actuó como una trampa natural por la que estos animales cayeron accidentalmente y murieron, bien por el impacto o por inanición, al no poder encontrar alimento. La mera presencia de dos especies tan infrecuentes en los yacimientos Asturianos, como el león y el leopardo, ya le confiere una alta relevancia al yacimiento. Hasta la fecha sólo se habían citado restos de león en las cuevas asturianas de Quintanal (Llanes), Balmori (Llanes), Jou’l Llobu (Onís), La Parte (Siero) y la Paloma (Oviedo).
Cráneo y extremidades anteriores del león.
Foto Diego J. Álvarez-Lao
Los restos de la sima porruana son los más numerosos y mejor conservados: se ha recuperado una buena porción del cráneo, con sus mandíbulas, y gran parte de las extremidades anteriores, incluyendo las “manos”, que se encuentran muy completas. El resto del esqueleto es más fragmentario. Tras una minuciosa restauración, que ha llevado más de dos meses, parte del esqueleto ha podido ser reconstruido, resultando de una gran espectacularidad.
El estudio científico está actualmente en curso y se publicará próximamente. La edad del yacimiento aún es una incógnita: se espera datar el esqueleto (mediante el método del Carbono 14) en corto plazo, aunque, con toda probabilidad, su edad corresponde al Pleistoceno Superior, muy posiblemente entre 20.000 y 40.000 años.
El león que vivió en Europa durante el Pleistoceno pertenecía a la misma especie del actual león africano, pero su aspecto era diferente. En primer lugar, era de tamaño y robustez apreciablemente mayor. Por otra parte, aunque no hay evidencias concluyentes, todo apunta a que los machos no tenían la característica melena que lucen los africanos. Esta pista procede del arte paleolítico: ninguno de los leones representados en las cuevas europeas posee este rasgo tan llamativo, incluso cuando están representando explícitamente ejemplares machos (como es el caso del famoso grabado de Les Combarelles, en Francia). 
León (Panthera leo)
Ilustración: Diego J. Álvarez-Lao
Los leones llegaron a Europa durante el Pleistoceno Medio, hace unos 600.000 años. Antes de su llegada, el máximo depredador europeo era el denominado “tigre de dientes de sable” Homotherium latidens. Durante un tiempo, ambos depredadores coexistieron en competencia. En Asturias tenemos una evidencia del tigre de dientes de sable en el yacimiento de El Milagro (Onís). Finalmente, este gran félido desapareció hace unos 400.000 años, dejando el lugar de máximo depredador al león, que dominará Europa hasta que los seres humanos lo exterminaron, hace apenas 14.000 años.

La proliferación en los últimos años de obras públicas y de exploración espeleológica, sobre todo en el oriente de Asturias, está proporcionando una cantidad y calidad de hallazgos sin precedentes y permitiendo conocer con gran detalle la fauna y el ambiente en el que vivían nuestros antepasados paleolíticos. Debemos sentirnos afortunados de contar con tan valioso patrimonio. 

jueves, 14 de abril de 2016

La fauna de Asturias hace medio millón de años.

Actualmente existe un gran volumen de información acerca de los tiempos prehistóricos en Asturias, no obstante, en su inmensa mayoría esta información corresponde tan solo a los últimos 50.000 años, es decir, la segunda mitad del episodio denominado Pleistoceno Superior. El periodo Cuaternario, sin embargo, abarca un lapso temporal mucho más amplio, que empieza hace 2,58 millones de años y llega hasta el presente. Lo que ocurrió durante los primeros tiempos del Cuaternario, las épocas denominadas Pleistoceno Inferior y Medio, es prácticamente desconocido en Asturias y, en general, en toda la cornisa cantábrica. Aunque tenemos certeza de la presencia humana en localidades como Cabo Busto, hace al menos 300.000 años, no se sabe prácticamente nada de cómo era el ambiente y la fauna de aquellas épocas en el Norte peninsular. Este vacío de información ocupa un espacio temporal muy amplio en el que acontecieron importantísimos eventos climáticos y cambios ambientales. En el resto de la península Ibérica, no obstante, existen numerosos yacimientos de estas épocas, destacando sobre todos ellos los de Atapuerca, en Burgos.
El reciente estudio de dos yacimientos asturianos correspondientes al Pleistoceno Medio aporta algo de luz en el conocimiento de esta Asturias de hace cientos de miles de años.
Húmero de Stephanorhinus hemitoechus
de la Mina El Milagro, Onís. 
Foto: Diego Álvarez Lao
Uno de los yacimientos estudiados es la denominada mina El Milagro, ubicada en el concejo de Onís, próxima a la localidad de Mestas de Con. Los fósiles de este yacimiento fueron recuperados en 1953, durante la explotación de la mina, y fueron estudiados entonces por el célebre paleontólogo Miquel Crusafont. No obstante, una revisión de estos materiales a la luz de los avances que se han producido en la paleontología en los últimos 60 años, permite asignar muchos de estos fósiles a especies diferentes a las de los estudios iniciales y, de este modo, concretar la edad del yacimiento. Quizá la pieza más notable del conjunto es un húmero de rinoceronte, perfectamente conservado, que ha podido asignarse a la especie Stephanorhinus hemitoechus, un rinoceronte de complexión grácil que suele encontrase en momentos de clima templado. Esta pieza, teñida parcialmente de verde por los óxidos del cobre que se explotaba en la mina, se encuentra actualmente expuesta en el Museo de Geología de la Universidad de Oviedo. Junto con él se halló también un fragmento dental de un félido de dientes de sable, correspondiente a la especie Homotherium latidens. Este ejemplar, notable por su singularidad ya que es el único resto de esta especie hallado en Asturias y uno de los pocos del ámbito cantábrico, fue enviado a Cataluña para su estudio hace más de 60 años y se encuentra actualmente en paradero desconocido. Además de estas especies, se encontraron también restos de oso, ciervo, otro cérvido de gran talla, corzo, bisonte y caballo. La edad de este conjunto de faunas puede establecerse entre hace 600.000 y 400.000 años, una época muy anterior a los hombres modernos y a los neandertales, que sería contemporánea a algunos de los yacimientos de Atapuerca. Aunque no se puede determinar con gran precisión cómo sería el ambiente de esa época, es posible afirmar que el clima no sería frío y que el paisaje posiblemente presentaría una combinación de bosque y espacios abiertos en los que podrían acomodarse todas estas especies.
Reconstrucción de Praemegaceros solilhacus
 
Ilustración: Diego Álvarez Lao
El otro conjunto fósil, más modesto, fue recuperado en una cantera muy próxima a la villa de Grado. Entre los restos destaca un fragmento de asta de un cérvido que ha podido ser clasificado dentro de la especie Praemegaceros solilhacus, un ciervo gigante cuya presencia en este yacimiento resulta una novedad dentro del ámbito cantábrico. Junto con él, un rinoceronte y un ciervo completan el conjunto, permitiendo estimar una edad de entre 800.000 y 500.000 años.

La información aportada por estos dos yacimientos es altamente relevante por su singularidad y nos permite tener una primera aproximación al ambiente en el que vivieron los homínidos del Pleistoceno Medio en el norte ibérico.





Este estudio se ha publicado recientemente en la revista Boreas.  


miércoles, 23 de diciembre de 2015

Cueva de La Rexidora (Ribadesella, Asturias): nuevos resultados cronológicos y paleoambientales.

Las excavaciones en curso de la Cueva de La Rexidora han proporcionado, hasta el momento, 445 fósiles, en su mayoría excepcionalmente bien conservados. Una importante proporción de estos restos corresponden a mamíferos propios de clima frío, como el rinoceronte lanudo (Coelodonta antiquitatis) y el reno (Rangifer tarandus), dos especies de gran interés dada su escasez en el registro fósil de la Península Ibérica. Entre los restos de rinoceronte lanudo se incluyen elementos muy bien conservados, como una mandíbula, un fémur y gran parte de un cráneo. El bisonte de estepa (Bison priscus) es la especie dominante en el yacimiento, habiendo proporcionado una importante colección de fósiles, incluyendo dos cráneos parcialmente conservados y numerosos huesos de las extremidades. Los carnívoros están representados por un esqueleto parcial (incluyendo el cráneo casi completo) de una hiena (Crocuta crocuta).
Trabajo en la Cueva de La Rexidora.
Foto: Daniel Ballesteros
Las dataciones por Carbono 14 nos han permitido saber que la cueva estuvo ocupada, al menos entre 44.500 y 37.600 años antes de la actualidad. Esta época del Pleistocenos Superior se corresponde con el denominado Estadio Isotópico 3 (MIS 3), un episodio de inestabilidad climática caracterizado por el acontecimiento de cambios climáticos rápidos y extremos, desde de frío intenso hasta templado. Estas dataciones son contemporáneas con la máxima expansión de la fauna fría registrada en la Península Ibérica, así como con el comienzo de la retirada de los glaciares en la Cordillera Cantábrica.
Las evidencias geológicas y geomorfológicas  sugieren que la acumulación sedimentaria se formó como consecuencia de fenómenos de gravedad en una dolina de colapso, rellena por una acumulación de sedimento arcilloso-limoso junto con huesos y cantos de caliza. La ausencia de marcas en los huesos producidas por carnívoros o humanos, sugiere que la dolina actuó como trampa natural para los animales que cayeron en ella, incluida la hiena.
Los estudios de polen indican que el ambiente en el que vivieron estos animales sería fundamentalmente abierto, con predominancia de plantas herbáceas estépicas y xéricas, indicando que las condiciones ambientales eran muy áridas. Los árboles estaban en muy baja proporción. Tanto la fauna como la flora proporcionan nuevas evidencias del desarrollo de paisajes esteparios fríos y áridos en el noroeste ibérico durante esta parte del Pleistoceno Superior.
Las excavaciones en este yacimiento siguen su curso. En volumen de sedimento aún sin excavar es muy grande, lo que garantiza que aún quedan numerosos e interesantes hallazgos por venir.

Estos resultados se han publicado recientemente en la revista Quaternary International.  

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Recuperación de un cráneo parcial y una mandíbula de rinoceronte lanudo en la cueva de La Rexidora (Cuerres, Ribadesella, Asturias)


Una vez más, el extraordinario yacimiento de la Cueva de la Rexidora (Cuerres, Ribadesella), nos sorprende con un hallazgo excepcional.  Las excavaciones llevadas a cobo durante el pasado verano dejaron al descubierto una gran porción de un cráneo de rinoceronte lanudo. Este cráneo constituye el más completo de esta especie recuperado hasta ahora en Asturias y uno de los mejores de la península Ibérica.
Rinoceronte lanudo / woolly rhinoceros (Coelodonta antiquitatis)
Dibujo: Diego J. Álvarez Lao

El rinoceronte lanudo (Coelodonta antiquitatis), como ya se indicó en una entrada anterior, es una especie extinta que desapareció de Europa y Asia hace unos 12.000 años. Su tamaño sería semejante al del rinoceronte blanco africano actual, pudiendo alcanzar los 4 metros de longitud, 1,85 m de altura a la cruz y un peso que superaría las dos toneladas. Presentaba una elevada joroba tras la frente  y un pelaje denso que le cubría todo el cuerpo. Poseía dos cuernos, uno nasal muy largo (de hasta 1,3 metros de longitud), curvo y aplanado (como un sable), y otro frontal de menor longitud. Algunas de las características correspondientes a las partes que no fosilizan (como el pelo y los cuernos) podemos conocerlas con detalle gracias a los magníficos ejemplares momificados por congelación que se han encontrado en el permafrost de Siberia, perfectamente conservados a lo largo de milenios. Otra fuente para conocer estos detalles son las magníficas representaciones realizadas por los artistas del Paleolítico en cuevas como Rouffignac o Chauvet, ambas en Francia. Restos de este rinoceronte han sido hallados hasta la fecha en 27 yacimientos ibéricos, cuatro de ellos asturianos (incluyendo la cueva de Jou Puerta, de la que también se trató en entradas anteriores). La presencia de esta especie nos indica que, por aquel entonces (hace unos 30.000 años), Asturias tenía un clima muy frío y árido y que el paisaje sería de tipo estepa, con predominio de vegetación herbácea y algunos árboles tipo coníferas. Los restos de reno hallados también en este yacimiento confirman la existencia de este clima extremadamente frío.

Cráneo parcial y mandíbula de rinoceronte lanudo (Coelodonta antiquitatis)Hallados en la cueva de la Rexidora.
Foto: Diego J. Álvarez Lao
El fragmento craneal sobre
el contorno de un cráneo completo
de rinoceronte lanudo.
Ilustración: Diego J. Álvarez Lao
El cráneo de La Rexidora conserva los dos maxilares superiores con casi todos sus dientes, el paladar y parte de la base del cráneo (correspondiente al esfenoides y las apófisis pterigoideas). Los hallazgos de restos craneales de esta especie en la península Ibérica, salvo excepciones, suelen restringirse a piezas dentales aisladas. Este ejemplar es, por tanto, muy singular, ya que nos permite conocer, entre otras cosas, la edad de muerte del animal. El cráneo conserva dos dientes de leche y, bajo ellos, las correspondientes piezas definitivas en crecimiento. El grado de desarrollo y desgaste dental sugieren que el animal murió cuando apenas contaba con 4 o 5 años de vida. Al hallazgo de este cráneo se le une el de una mandíbula de otro individuo de la misma especie. Aunque parte de ésta se recuperó en la primera campaña de excavación, el descubrimiento de nuevos fragmentos ha permitido reconstruir una buena porción del ejemplar, incluyendo la rama izquierda casi completa (con toda su dentición), parte de la derecha y la sínfisis. Esta mandíbula corresponde a un segundo individuo también joven pero algo mayor, de unos 7 u 8 años de vida. El yacimiento de La Rexidora tiene su origen en una trampa natural, es decir, una sima (pozo natural formado en la roca caliza) por la que se cayeron los animales accidentalmente, quedando sus restos depositados en el fondo. Esto es coherente con el hecho de que una buena parte de estos animales sean jóvenes, ya que su inexperiencia les hace ser menos precavidos y más susceptibles de verse envueltos en situaciones peligrosas.

Las labores de excavación y extracción del cráneo requirieron cuidados extremos ya que se  encontraba en condiciones de gran fragilidad y parcialmente incluido dentro de una gruesa costra estalagmítica, lo que dificultó mucho su extracción. El trabajo de restauración fue largo y laborioso, prolongándose durante más dos meses, pues requirió la eliminación de la costra estalagmítica por medio de métodos mecánicos, consolidado de las piezas y reconstrucción de todos los fragmentos.

Las excavaciones en la cueva de La Rexidora, además de estos fósiles, han proporcionado hasta la fecha una numerosa colección de restos de esta especie, incluyendo algunos huesos largos cuyo grado de conservación es único a nivel de la península Ibérica. A estos se le suma un conjunto de más de 150 restos de bisonte de estepa, incluyendo un cráneo casi completo del que se habló detalladamente en una entrada anterior. Otras especies halladas en el yacimiento son el ciervo, el reno y la hiena.

Estos nuevos fósiles de Coelodonta antiquitatis constituyen, por tanto, ejemplares de alta singularidad y de relevante valor científico para comprender cómo eran las poblaciones ibéricas de este rinoceronte, una especie emblemática de la “Edad del Hielo”.

La noticia en los medios:

Universidad de Oviedo
Periódico La Nueva España
Periódico El Comercio

lunes, 28 de julio de 2014

El fémur del elefante de Buelna (Llanes, Asturias)


 El siguiente texto fue escrito a petición del periódico asturiano La Nueva España, en relación con una serie de artículos que vienen publicándose los últimos meses sobre piezas notables del Museo Arqueológico de Asturias. Se publicó el pasado sábado 26 de julio de 2014.

Son muchas las pruebas que tenemos de que Asturias estuvo poblada por una fauna de grandes mamíferos, tanto herbívoros como carnívoros, hasta tiempos geológicamente recientes. Nuestros antepasados paleolíticos convivieron con estos animales a los que cazaron y representaron artísticamente. Quizá la sabana africana sería el mejor análogo actual para hacernos una idea de cómo sería la comunidad animal que campaba por nuestros prados y bosques hace apenas unos miles de años.
Aunque el registro de fauna cuaternaria de Asturias es muy rico, los hallazgos de restos de mamíferos de gran talla no son abundantes: apenas 15 yacimientos han proporcionado restos de elefantes y rinocerontes en nuestra región. El área costera-oriental de Asturias alberga la mayor concentración de hallazgos de este tipo, en relación con la existencia de grandes masas de rocas calizas que componen una parte importante de dicho territorio: el clima húmedo y templado propicia la disolución de las calizas dando lugar a la formación de multitud de cuevas y simas, que constituyen el medio ideal para que los vestigios de tiempos prehistóricos se conserven y lleguen hasta nuestros días.
La pieza que hoy nos ocupa es un fémur derecho de un elefante que fue recuperado, junto con una buena parte de su esqueleto, en una cueva costera situada en las proximidades de la cala de la Silluca, en la localidad Llanisca de Buelna. Los restos fueron extraídos entre los años 1997 y 1998, aunque su presencia se conocía con anterioridad, pues fueron ya documentados por G. Mary en 1979. No están claras las circunstancias por las que este elefante llegó hasta la cueva, aunque no parece haber ninguna relación con actividad humana.
Foto: Diego J. Álvarez Lao
Estudios paleontológicos de esta pieza, así como de uno de los molares asociados a ella, han permitido clasificar al elefante en cuestión dentro de la especie Palaeoloxodon antiquus, tal como consta en los trabajos publicados por A. Mazo, A. Pinto Llona y E. Aguirre.
Lo primero que llama la atención del fémur de Buelna son sus grandes dimensiones: mide 1,22 metros de longitud, pese a faltarle una porción de su parte anterior (la denominada “cabeza” del fémur). Su longitud total alcanzaría seguramente algo más de 1,3 m. Para hacernos una idea, sólo los elefantes africanos machos de mayor talla poseen un fémur de estas dimensiones, por lo que la talla del elefante de Buelna bien podría superar los 3,5 metros altura a la cruz y su peso rondaría quizá las 6 o 7 toneladas. El grado de desgaste dental nos indica, además, que se trataba de un individuo de edad avanzada, rebasando seguramente los 50 años en el momento de su muerte.
El elefante de “defensas rectas”, tal como se conoce en español a la especie Palaeoloxodon antiquus, a la que pertenece el ejemplar de Buelna, era uno de los mayores mamíferos que poblaron Europa durante el Cuaternario, llegando a alcanzar los 4 metros de altura a la cruz. Como su nombre indica, sus defensas (mal llamadas “colmillos”), eran prácticamente rectas, además de muy largas. A diferencia del mamut lanudo, este elefante no nos ha proporcionado ningún resto congelado ni momificado, por lo que no conocemos su aspecto externo, acerca del cual tan solo podemos hacer suposiciones. Dado que es una especie que vivió en épocas templadas y cálidas, se supone que su cuerpo debió estar desprovisto de pelo y que sus orejas debieron ser grandes, a semejanza de las de los elefantes africanos y asiáticos actuales, ya que las orejas grandes les sirven para disipar el calor corporal (en el mamut lanudo, por el contrario, las orejas eran muy pequeñas para evitar la pérdida de calor corporal).
Este elefante vivió en épocas en las que el paisaje estaba cubierto de bosque (caducifolio o mediterráneo), y llegó a distribuirse por gran parte de Europa. Convivió con otras especies exóticas como hipopótamos y rinocerontes, tal como se ha constatado en numerosos yacimientos tanto de la cuenca mediterránea como de Inglaterra y Holanda.
Respecto a su distribución temporal, Palaeoloxodon antiquus es una especie típica del Pleistoceno Medio siendo relativamente común durante los episodios interglaciares desde hace unos 800.000 años hasta hace unos 100.000 años. Después de esta época prácticamente desaparece, sobreviviendo tan sólo en el sur de la península Ibérica y posiblemente en Italia. Los ejemplares más modernos que se han encontrado corresponden a algunos yacimientos españoles y portugueses y se sitúan en torno a los 40.000 - 35.000 años antes del presente. El espécimen de Buelna se intentó datar por carbono 14, pero los resultados obtenidos fueron incoherentes, quizá debido a una contaminación de la muestra. Guy Mary atribuye la edad de los niveles sedimentarios que contenían los restos de este elefante al último episodio interglaciar (entre hace unos 130.000 y 114.000 años), lo cual es coherente con las condiciones ambientales en las que vivía esta especie.
El elefante de defensas rectas ha sido detectado en casi una veintena de yacimientos españoles. Sin salir de Asturias, un ejemplar encontrado en San Cucao de Llanera, en la década de 1950, ha proporcionado numerosos restos, entre los que se encuentran un fragmento craneal y un molar aislado, que se exponen en el Museo del Departamento de Geología de la Universidad de Oviedo. No obstante, los yacimientos más insignes de esta especie son los sorianos de Torralba y Ambrona, en los que se han hallado los esqueletos parcialmente conservados de numerosos ejemplares, constituyendo una de las mayores acumulaciones de restos de este elefante a nivel mundial. Muchos de estos esqueletos están expuestos in situ, en un espectacular museo al aire libre.
Como sabemos, en Europa, ya no existen grandes mamíferos desde hace miles de años. ¿Cuáles fueron las causas de la desaparición de los elefantes, mamuts rinocerontes e hipopótamos en nuestras tierras? Este sigue siendo uno de los temas más debatidos en los círculos científicos internacionales. Aunque aún no se ha llegado a una respuesta concluyente, parece claro que los importantes cambios en el clima y la vegetación ocurridos a lo largo del Cuaternario han sido determinantes en la supervivencia de estas especies. Por último, la presión de los grupos humanos sobre las poblaciones de estos animales, quizá ya debilitadas por los cambios ambientales, parece haber tenido también una importante influencia en su desaparición al final del Pleistoceno.

Diego Álvarez Lao
Profesor de Paleontología, Departamento de Geología, Universidad de Oviedo. 

lunes, 26 de mayo de 2014

VI International Conference on Mammoths and their Relatives




Los pasados días 5 al 9 de mayo de 2014 se celebró en las localidades de Grevena y Siatista, en Macedonia Occidental (Grecia), el congreso “VIth International Conference on Mammoths and their Relatives” En él nos dimos cita 190 participantes, la mayoría especialistas en proboscídeos o en grandes mamíferos cuaternarios, procedentes de casi todos los rincones del planeta, incluyendo Australia, India, China, Sudáfrica, Canadá o Brasil, aunque el grueso de los participantes éramos europeos, estadounidenses y rusos. Estos congresos, que se celebran cada 3 o 4 años, son ocasiones muy especiales para poder reunirte con los grandes especialistas en el tema, presentar resultados de nuestras investigaciones, proponer colaboraciones y otro tipo de “negocios”. Grandes nombres como Dick Mol, Adrian Lister, Dan Fisher, Ralf-D. Kahlke, Gary Haynes, Alexei Tikhonov o Raman Sukumar, entre muchos otros, estaban allí presentes. Desde un punto de vista más “humano” constituyen una oportunidad para reencontrarte con amigos a los que, debido a la distancia, sólo puedes ver cada varios años (aunque mantengas contacto regular con ellos por correo electrónico).

Se presentaron un total de 152 comunicaciones (80 comunicaciones orales y 72 posters) que abordaron temas de lo más diverso, en los que los proboscídeos tenían mayor o menor presencia. Los mamuts tuvieron un importante protagonismo, cuatro de las sesiones de comunicaciones orales y muchos de los posters versaron sobre estos animales. También otros proboscídeos más antiguos, de edad Mio-Pliocena (dinoterios, gonfoterios, mastodontes, etc.) tuvieron importante protagonismo. Los elefantes actuales también tuvieron su presencia, especialmente en lo referente a los problemas de conservación. También hubo una sesión especialmente dedicada a los fenómenos de insularidad y al consiguiente desarrollo de elefantes “pigmeos” en islas del Mediterráneo y de California.

Mi contribución, que fue la única de España, se centró en los yacimientos de
Jou Puerta y la Rexidora, ya presentados en entradas anteriores de este blog, que incluyen restos no sólo de mamut lanudo sino de otra fauna asociada muy interesante. El buen grado de conservación de los materiales llamó la atención de muchos de los asistentes y, posteriormente, tuve ofertas de equipos británicos, rusos y suecos para colaborar en estudios de ADN fósil.

Otras contribuciones que siempre causan gran expectación son las que ofrece la delegación rusa, concretamente los hallazgos de animales momificados, procedentes del permafrost siberiano. Este año se presentaron los resultados del estudio del mamut Yuka, un ejemplar juvenil extraordinariamente bien conservado, el mamut de Malyi Lyakhovski Island, con la trompa mejor preservada que se conoce, y de tres momias de bisontes, dos de ellas excepcionalmente bien conservadas. Estos hallazgos proporcionan datos interesantísimos, no sólo sobre su anatomía, sino también sobre su modo de vida, alimentación y demás. Una información muy relevante que nos permite conocer muy detalladamente a estos mamíferos extintos.




1. Defensas de mastodonte de Milia, Grecia (Foto: Diego Álvarez Lao); 2. El mamut Yuka (Foto: B. Buigues, source); 3. Momia de bisonte de Chukotka (Foto: P. Nikolskiy, source); 4. Trompa del mamut de Malyi Lyakhovski Island (Foto: S. Grigoriev, source).



Hubo también dos sesiones de campo. En la primera de ellas visitamos el centro en el que se exponen los espectaculares restos de mastodontes hallados en el yacimiento de Milia, Grecia, donde se recuperaron dos esqueletos parciales, uno de los cuales posee las defensas de proboscídeo más largas conocidas en el registro fósil, alcanzando nada menos que 5,02 metros! La otra salida de campo tuvo lugar en la inmensa mina de lignito a cielo abierto de Ptolemaida. La descomunal excavación que supone esta mina ocasionalmente deja al descubierto restos de grandes mamíferos Pleistocenos, entre los que se encuentra un esqueleto parcial de elefante, que se exponen en un museo creado en las dependencias de la propia mina.
Con respecto a uno de los temas más “mediáticos” sobre los mamuts lanudos, que es el que concierne a su clonación, Adrian Lister lo dejó claro: mejor orientar nuestros esfuerzos y nuestros medios en conservar a los elefantes actuales (cuya situación es alarmante) que gastar dinero y tiempo en intentar revivir una especie extinta, algo que, aunque quizá sea posible en un futuro no muy lejano, actualmente es inalcanzable. 


El próximo congreso tendrá lugar en 2017. Hay tres localizaciones posibles: México, Moscú o India. Esperemos que el éxito de convocatoria sea tan elevado como en esta ocasión.

Enlace a la página oficial del congreso: http://mammothconference.weebly.com/